¿Qué es lo que posee la oración que la vincula al liderazgo? ¿Por qué se dice que “el que ora bien ha estudiado bien”? La oración es una disciplina esencial para la predicación ya que nos pone en contacto con Dios y nos ayuda a ponernos en contacto nosotros y aquellos a nuestro alrededor ...
EN CONTACTO CON DIOS
La oración nos pone en contacto con Dios y nos orienta como una aguja imantada hacia la estrella polar del Espíritu. Nos da un foco de atención, unidad, propósito. Descubrimos la serenidad, la sólida firmeza de la orientación de vida. La oración nos introduce al santuario subterráneo del alma donde escuchamos el Kol Yahwe, la voz del Señor. Pone fuego en nuestras palabras y compasión en nuestros espíritus. Llena nuestros andar y hablar con vida y nueva luz. Comenzamos a vivir las demandas de nuestro día, perpetuamente inclinados en alabanza y adoración.
Las personas pueden percibir esta vida del Espíritu aunque puedan no saber qué es lo que sienten. Afecta los tonos afectivos de nuestra predicación. Las personas pueden discernir que nuestra predicación no es una actuación de treinta minutos sino la perspectiva de una vida. Sin esta oración, nuestra exégesis podrá ser impecable, nuestra retórica magnética, pero estaremos secos, vacíos, huecos.
Se nos dice que cuando el Sanhedrín vio la valiente predicación de Pedro y Juan, percibieron que eran hombres que habían estado con Jesús. ¿Por qué? ¿Por el acento galileo? Quizás, aunque lo más probable es que haya sido porque se conducían con un nuevo espíritu de vida y una autoridad tales que aun sus enemigos lo sentían. Así es con nosotros; si lo tenemos, las personas lo sabrán; si no, ninguna habilidad homilética llenará ese vacío.
¿Qué apariencia tiene este tipo de oración? ¿Qué es lo que hacemos? ¿Interceder por otros? Puede ser, pero principalmente venimos a gozar de Su presencia. Descansamos en la luz de Cristo. Estamos alabando y adorando, y, por sobre todo, venimos a escuchar. Francoise Fénelon aconsejaba: "Aquiétate y escucha a Dios. Haz que tu corazón esté en un estado tal de preparación que Su Espíritu pueda imprimir en ti las virtudes que a El le complacen. Deja que todo tu interior lo escuche a El. Este silencio dentro nuestro, libre de todo afecto externo y terrenal, y libre de pensamientos humanos es esencial si hemos de escuchar Su voz".
Agregue a estas palabras la observación perceptiva de Sören Kierkegaard. "Un hombre oró y al principio pensó que orar era hablar. Pero poco a poco se fue aquietando, hasta que se dio cuenta que orar era escuchar".
La oración involucra una concentración humilde,1 lo que los maestros devocionales suelen llamar recuerdo.2 Esto cultiva una delicada receptividad al aliento divino. No violentamos nuestra facultades racionales, pero escuchamos con algo más que la mente, escuchamos con el espíritu, el corazón, con todo nuestro ser. Como María, atesoramos estas cosas en nuestros corazones (Lc. 2:19).
EL CONTACTO CON LA GENTE
Algunos de los momentos más ricos de mi ministerio pastoral tuvieron lugar cuando iba a la capilla durante la semana, cuando no había nadie, y caminaba entre los bancos orando por las personas que se sentaban allí domingo tras domingo. Nuestra gente tendía a sentarse siempre en el mismo lugar, así que los visualizaba allí y los elevaba a la luz de Cristo. Oraba un viernes por el sermón que predicaría en el domingo. El orar por las heridas, temores y ansiedades de ellos hace algo dentro nuestro. Nos pone en contacto con la gente en una forma íntima y profunda. A través de la oración, esa gente se convierte en nuestra amiga, nuestros amigos, en una dimensión totalmente nueva.
En nuestra congregación de Oregon había un individuo pequeño que había soportado dos serias operaciones cerebrales. Los momentos de oración que compartimos durante esas seis semanas desarrolló un vínculo entre nosotros semejante al acero. En dos oportunidades me quedé en el hospital junto a su madre y su padre, esperando a que Davey viviera o muriera. El tenía sólo cinco años de edad y su problema era el síndrome de Dawn (Mongolismo), pero había llegado a valorizarlo tanto como a uno de mis más íntimos amigos. ¡Y cómo me escuchaba predicar! Para él no existía la Escuela Dominical. El se acomodaba en el banco, anhelante, atento. No sé si llego a entender alguna vez algo de lo que dije, pero yo predicaría con todo mi corazón, puesto que Davey escucharía escuchando. Si hemos orado con nuestra gente, realmente orado con ellos, no escucharán predicar puesto que saben que les amamos.
LA GENTE PUEDE TOCARNOS
La oración pone a la gente en contacto con nosotros. Quiero que mi gente sepa que tiene un ministerio de oración para darme. Mi gente sabe que a mí me gusta que vengan a mi oficina a orar por mí. No quiero que sepan que sólo pueden venir a verme cuando tienen una necesidad o un problema. También lo pueden hacer cuando todo va bien para ellos. Les digo que me encanta que vengan a mi oficina a darme una inyección de refuerzo de oración. No son necesarios más que unos pocos minutos, pero son los suficientes para que sepan que pueden contar conmigo y que además pueden ayudarme.
Obviamente, hay momentos en que no se nos debería interrumpir, pero hay otros momentos en que la gente debería saber que nos encantaría que vinieran y oraran.
bañaba la gente en oración, rogando para que el poder de Cristo venciera, para que la verdad prosperara. Cuando uno sabe que alguien está haciendo eso, realmente uno puede predicar.
La oración es una disciplina esencial para la predicación ya que nos pone en contacto con Dios, nos ayuda a ponernos en contacto con nuestra gente, y ayuda a la gente a ponerse en contacto con nosotros. Como dijo Juan Wesley, "Denme cien predicadores que no teman más que el pecado y que no deseen más que a Dios, y no me importa si son laicos o clérigos; solamente eso sacudirá las puertas del infierno y levantaría el Reino de los Cielos en la Tierra. Dios no hace nada sino en respuesta a la oración".
por Richard J. Foster
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